Desde hace unos meses formo parte de la comisión de Ética de la ICF España, y recién acabo de ser confirmado como miembro de la ICF Mundo en la Comisión de Ética y Estándares para el 2010.
Mi padre era de los de entonces, como muchos otros y en gran parte debido a los tiempos que le tocó vivir, con un marcado carácter donde la ética y los valores predominaban sobre el día a día. Si algo se cruzaba en el camino, echaban mano a su bolsillo de valores, y ahí encontraban la respuesta, o al otro bolsillo de ética, y con uno u otro, tenían claro que elección tomar en la vida. El desafío con esa manera de operar, es que lo hacían también con gran dosis de orgullo, y que cuando tenían que sopesar una situación que les creaba contradicción interna, el orgullo salía a relucir y el daño que se infringían a sí mismos era tan grande o más que el que infringían a sus herederos.
Hoy, a mis 46 años de edad, echo la vista atrás y miro como el que mira una foto que le hace sentir cosas, pero sabe que son del pasado, y aun así esos sentimientos nos tocan en heridas del presente que creíamos ya curadas. Está ética y valores que rigurosamente heredé tanto del pasado histórico como de mis padres.
Veo también, cómo algunos valores se han transformado en el tiempo, o cuanto menos han bajado en la escala de prioridades de la mayoría. Al fin y al cabo, la mayoría son los que marcan los valores de una época de una comunidad. Sin embargo, me guste o no, tengo una herencia, diluida en el tiempo que vivo y transmito.
Quizás esa parte mía de intentar ser justo, heredara de unos padres que intentaban ser ecuánimes con todos sus 13 hijos, es la que mi hizo ser arbitro de baloncesto, y quizás esa parte de respetar a las personas es la que me hace enfrentarme a veces con aquellos que no respetan a otros. Quizás al recibir una bofetada cada vez que me pillaban en una mentira, es lo que ahora hace que me sienta mal cuando detecto mentiras de otros. Quizás esa parte mía de aceptar la responsabilidad de lo que me pasa, es la que hace que me cueste aceptar con dificultades a quienes intentan hacerme responsable de sus desdichas, quizás esa parte mía de valorar lo que obtienes con esfuerzo, es lo que me hace mirar mal a quienes obtienen algo aprovechándose de otros. Quizás la ética la pronunciamos de puertas para afuera, pero negociamos con nuestros valores de puertas para adentro, y así no discutir con nadie, claudicando nuestros valores, o es para ganar más dinero? Como si esto justificara el olvido de un valor y de la ética, de la que entonces solo nos acordamos cuando otros nos hacen lo que nosotros debimos haber evitado hacer?
No sé si soy ético o tengo ética. Solo sé que en mis imperfecciones también sufro cuando me doy cuenta que quizás no fui o no practiqué algo con tanta ética. Como si esta se pudiera pesar al kilo. Al fin y al cabo, a quien le importa? A mí! Pero también sé, que imperfecto como soy, si no vivo y defiendo la ética y los valores, como hicieron nuestros padres, quien entonces ofrecerá excusas a aquellos otros para que sacando mis defectos justifiquen su falta de ética y valores?
Si no soy capaz de decir que alguien está haciendo algo no ético, por miedo a perder su amistad (menuda amistad), o perder oportunidades económicas, entonces mejor me quedo callado tirando piedras y escondiendo la mano. Seguro que defendiendo la ética y los valores entre todos, evitaríamos sanguijuelas que nos chupan nuestras comodidades, evitaríamos vivir como anestesiados ante nuestro planeta=casa que se muere poco a poco, o contra el hambre que se vive incluso a pocos kilómetros de nosotros.
Cuéntanos tu experiencia, cuéntanos ¿Cuándo has vivido una experiencia que iba en contra de tus valores o ética? ¿Quién te apoyó a ser ético o contra los no éticos?
Envíanoslo para que lo publiquemos en nuestros medios (No más de 500 palabras)
Jose L. Menéndez
Presidente
Presidente